22 agosto 2006

Faultline

Entre algunas delicadezas electrónicas y las voces de una pléyade de cantantes pop, David Kosten, la única persona detrás de Faultline, da en el clavo con su segundo disco, el iluminado Your Love Means Everything.

De paso por París para promocionar el nuevo álbum de los Flaming Lips, su líder Wayne Coyne no tenía más que una idea en la cabeza: preguntarles a los periodistas a propósito de David Kosten, el hombre escondido bajo el mote de Faultline. “¿A quién se parece? ¿Es joven? ¿Viejo? ¿Tiene bigote? ¿Alrededor de qué edad?”

Aclaración: el curioso Wayne es una de las voces invitadas en el segundo álbum de Faultline, Your Love Means Everything, junto con Michael Stipe (REM), Chris Martin (Coldplay) y un joven norteamericano desconocido hasta el momento, Jacob Golden. Wayne y David jamás se encontraron físicamente; su intercambio transatlántico se limitó a algunos mails, un ida y vuelta de cintas y dos o tres llamados telefónicos.

Con los otros, Kosten se relacionó un poco más de tiempo aunque, según su propia confesión, David Kosten raramente deja su bunker del norte de Londres. Un estudio hogareño donde este sujeto –quien, para responderle a Wayne Coyne, no parece ser nada extravagante, sino más bien un simple y buen muchacho que por algunas primaveras ha pasado la treintena– engaña al mundo mezclando una de las paletas sonoras más ricas de los últimos tiempos.

Hace dos años, cuando esbozaba la larga producción de su segundo álbum –después del destacable Closer Colder (99), un disco que, incluso cuatro años después de su aparición, escapa a cualquier forma de aburrimiento–, a Kosten se le subió de repente a la cabeza la idea de convocar a cantantes. Eso sí, al hacerlo, iría a buscar entre los mejores. A medida que avanzaba el trabajo, bosquejó una lista de nombres sin ofrecer soluciones en caso de reemplazo: “Cada título ha sido escrito pensando en una voz precisa. En caso de rechazo, la canción estaba condenada a quedar guardada en un cajón”.

Acerca de su pasado musical antes de Faultline, David Kosten cultiva espesos misterios –“he devenido autodidacta intentando olvidar largos estudios de música”–, para finalmente decidir que no hay nada interesante para decir.“Hoy en día, me siento mejor en la piel de un mal músico.”

La música de Kosten encuentra paralelamente su voz de gracia en el diáfano songwriter Ben Christophers, a quien le esculpió ambiciosas catedrales de vidrio y de arena en el magnífico primer álbum My Beautiful Demon y en el más reciente Spoonface.

Lejos de los ejercicios libres y flotantes de Closer Colder, Kosten se sujeta aquí a los rigores de una escritura armoniosa y codificada, aquella de la canción pop canónica. Algunos ya veían allí el desenlace hacia el cual se dirigía la música movediza de Faultline –y es exactamente lo que ocurre ahora.

Desde mi punto de vista, el primer álbum ya estaba constituido por canciones pop, pero yo era el único en entenderlas. Entonces, fue una evolución natural para mí; en ningún caso hubo un desvío brutal… Tengo una cultura pop muy pronunciada, pasé mi adolescencia apasionándome de forma obsesiva por grupos que no valían la pena, pero conservé un gusto por los grandes hits de los años 60: Good Vibrations, You’ve Lost That Lovin’ Feeling, California Dreaming… Durante la preparación del álbum, también escuché mucho los primeros Bee Gees, de los cuales adoro ese songwriting muy naïf pero lleno de justeza y humanidad.”

Sobre las doce piezas de Your Love Means Everything, cada una de las cinco canciones provocan una brusca abertura emocional a la cual el casting inicial de voces le debe mucho: un Michael Stipe irreconocible, en primer plano bajo el sometimiento de su maestría, con un registro sobrio; Chris Martin, a la inversa de Stipe, es inmediatamente identificable; lo mismo que Wayne Coyne.

Sin duda, la salida demasiado cercana del último trabajo de DJ Shadow va a hacerle sombra a este disco de acceso más austero, cuya mecánica no se suaviza sin demandar ciertos esfuerzos. Porque si Kosten cita inconscientemente a Bernard Herrmann (las miríadas de estrellas fugaces de Sweet Iris recuerdan extrañamente a la grabación magistral de Vértigo), si tira algunas ojeadas en dirección al hip hop y posa su mirada oblicua bastante tiempo sobre la new wave postEno (Lost Broadcast, I Only Know Myself), lo esencial de su búsqueda musical permanece en sus propios rincones, en su autosuficiencia –aunque, seamos certeros, nunca lo suficiente.

Explicación del interesado: “Mi música tiene montones de errores y de partes improvisadas. Intento crear un mundo que no responda a las mismas exigencias que el mundo real. Sobre cada tema, me encuentro en la posición del vigía, con la atención puesta en el accidente que siempre termina por ocurrir. Sin el accidente imprevisto, me aburriría profundamente”.

Durante la grabación de Your Love Means Everything, David Kosten no tuvo tiempo de aburrirse. El accidente efectivamente ocurrió… sobre el camino que separa los dos estudios donde fue grabado el álbum: “Una noche, manejaba tranquilamente hasta que un coche que venía en el sentido contrario se abalanzó sobre mí. El choque fue brutal y quedé medio maltrecho, con el mentón casi arrancado. Las dos personas que iban en el otro auto estaban a punto de socorrerme, pero huyeron cuando llegó la policía. Más tarde, me enteré de que eran ladrones que venían de cometer un robo y de matar a alguien fríamente. Lo más raro, es que aquella noche yo trabajaba sobre Theme From Half Speed, un instrumental del disco que resuena en mi espíritu como la música de un film policial”.

En el mundo de David Kosten, la vida siempre termina por imitar al arte. Es por esta razón, querido Wayne Coyne de los Flaming Lips, que el hombre de Faultline no se parece a nadie.


Publicado por Cristophe Conte
www.terra.com.ar/canales/inrockuptibles


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