30 setiembre 2005

Detrás del silencio - primera parte

Dos astronautas instalan paneles solares en el exterior de un satélite que realiza su órbita alrededor de la Tierra. Se comunican mediante radios. Si pudieran quitarse sus cascos e intentaran hablarse no podrían escuchar nada, aún gritándose uno al otro a escasos centímetros de distancia.
Sucede que el sonido se propaga a través de un medio transmisor compuesto de partículas que se empujan unas a otras, pero el espacio no se compone de ningún elemento material que propague ondas. En cambio allí pueden propagarse ondas de luz y radio.
Los directores de películas de ciencia ficción bien lo saben, pero aún así prefieren sonorizar sus naves y efectos espaciales a favor del impacto espectacular.
En el espacio hay un vacío silencioso salpicado de cuerpos sonoros, cada cuál con sus propias reglas.
Los sonidos suenan diferente en distintos lugares porque dependen exclusivamente de los niveles de temperatura, densidad y otras propiedades físicas del medio transmisor.
Si bien las ondas de sonido pueden propagarse a través de un medio gaseoso, líquido o sólido, la mayoría de los sonidos que son trasmitidos por los humanos circulan a través del aire.
Por lo tanto sabemos que los sonidos tal cual los conocemos dependen de la presión del aire. El estándar de la presión terrestre es de 1013 milibarras, pero en Marte por ejemplo, es de solo 7. Si bien se especula que los sonidos en Marte son similares a los nuestros, se estima que suenan más tenues debido a la gran diferencia en la presión atmosférica. El tono de los sonidos es mucho más bajo por el simple hecho de trasladarse en una velocidad lenta, consecuencia del aire marciano (aún no se han grabado sonidos marcianos. Carl Sagan, co-fundador de “The Planetary Society”, propuso instalar un micrófono especial en alguna de las misiones a Marte. El primer micrófono que se envió no pudo registrar nada porque la “Mars Polar Lander” se estrelló. Se incorporará en una próxima misión).
Un caso diferente es el de Titán, satélite natural de Saturno. Los mismos sonidos emitidos en la Tierra y Titán viajan más lejos en Titán, consecuencia de una presión de 1600 milibarras. Las ondas de sonido se desplazan rápidamente recorriendo mayores distancias, por lo cual podríamos mantener un diálogo sin necesidad de estar cerca (se han registrado sonidos de Titán a través del “Huygens Atmospheric Structure Instrument” durante el descenso de una misión, el día 14 de enero de 2005. Los sonidos fueron recogidos por sensores acústicos y grabaciones convertidas en sonidos audibles de los ecos de radar en los últimos kilómetros del descenso).
Entonces nos enfrentamos con la noción de un sonido que muta según el medio en que se encuentre. Un mismo sonido que puede ser percibido en forma diferente dependiendo del sitio en que nos encontremos. Una realidad sonora acotada por parámetros cambiantes.
Inclusive en la Tierra el sonido viaja a diferentes velocidades. En el aire viaja a 331,3 metros por segundo y en el agua a 1.450. El sonido se transmite más rápido en el agua debido a que sus partículas están más juntas y propagan antes la vibración.

Las ondas que concebimos como sonido también dependen pura y exclusivamente de nuestros medios para percibirlas. El cuerpo humano tiene una forma específica de interpretar el sonido. No podemos escuchar el sonido que emiten las vibraciones de un agujero negro en el espacio, pero un radar de la Nasa puede captarlas y traducirlas en sonidos reconocibles para nosotros.
Tenemos incorporado un complejo sistema de interpretación de las ondas que estimulan al oído y al cerebro. Nuestros límites se miden en un rango aproximado de 20 a 20.000 ciclos por segundo. Estos son los límites audibles. Las ondas de sonido inferiores al límite audible son llamadas infrasónicas, y las superiores ultrasónicas. O sea que hay sonidos que existen pero no los escuchamos. Y ello nos coloca frente a una nueva situación: resulta evidente que la realidad no es todo lo que percibimos. El cuerpo es una herramienta limitada no solo por las condiciones del medio en que vive, sino por las fronteras de su forma de percibir. Cuánto hay que se escapa…
Un perro percibe frecuencias de hasta 30.000 ciclos, y un murciélago hasta 100.000, bastante más que nosotros. Hemos inventado un lote de artefactos que nos permiten ampliar el conocimiento sobre las ondas sonoras. Cazar frecuencias que están más allá de nuestros límites. Intentar comprender la naturaleza mediante estos traductores electrónicos.
Es que la totalidad de lo real se torna innumerable y solo se deja ver por retazos.

En 1969, un policía de Nueva York conectó su “detector de mentiras” (polígrafo) a una planta. Cuando Cleve Backster pensó en quemar la planta con un fósforo, la aguja del detector giró alocadamente, como si hubiera adivinado la intención. A partir de allí Backster y otros comenzaron una serie de investigaciones que no prosperaron más allá de descubrir que las plantas reaccionan ante diferentes estímulos. Un físico llamado Ed Wagner ha dedicado su vida al estudio de la comunicación entre las plantas. Una de sus investigaciones corrobora que cuando un árbol es atacado por un insecto, emite una señal que reciben los árboles circundantes. En su poder obra un gran archivo de grabaciones de ondas que no solo emiten las plantas entre sí, sino hacia los humanos. En su libro “Waves in Dark Matter” explica sus experimentos concluyendo que toda forma de vida está comunicada. Y también expone sus descubrimientos sobre la gravedad. En la Universidad de Iowa se están llevando estudios sobre ondas de radio naturales emitidas por la Tierra, presentes en sus campos magnéticos. Uno de sus científicos, Stephen Mc Greevy, recorre el mundo grabando mediante antenas frecuencias extremadamente bajas provenientes de la Tierra.
Existen códigos encriptados en campos eléctricos, en sutiles campos de energía. Formas de energía que acarrean señales de muy baja amplitud que generalmente están enmascaradas en el “ruido blanco” de nuestros equipos eléctricos.

Recientemente se estrenó en cines la película “White Noise” basada en el fenómeno conocido como “Electronic Voice Phenomenon”. Flirtea con la idea de que los muertos pueden comunicarse a través de las frecuencias de radio, ruido blanco en la tv, teléfonos, etc. Existe en la actualidad la “American Association of Electronic Voice Phenomena”, abocada a la búsqueda de registros y grabaciones de estas presuntas comunicaciones. Hay quienes creen a ciegas y quienes lo niegan tajantemente. Hay que sintonizar el dial entre dos emisoras de radio, en medio del ruido blanco, y grabar mientras formulamos una pregunta. Supuestamente, al volver a escuchar la cinta estará grabada la respuesta del más allá.
Este hecho me inspira directamente a poner la atención sobre el ruido blanco. No se me ocurre intentar ningún contacto con espíritus ni preguntarme si es posible. Pienso con los ojos cerrados en los sonidos que no son audibles y que nuestros aparatos eléctricos son capaces de traducir a un rango dentro de la posibilidad humana. Pienso en plantas y en planetas manifestándose. En rocas. En presencias que son partículas en movimiento. En cuerpos ensamblados que se mueven constantemente, que reflejan luz, que suenan en distintos grados. Lo que oigo y lo que no. Lo que está y no puedo ver ni oír.

Duncan Laurie tiene su laboratorio en Rhode Island. Allí ha experimentado y grabado con biosensores una gran cantidad de sonidos provenientes de señales atmosféricas derivadas de plantas, rocas, hongos, y radares de murciélagos. Recientemente se ha presentado junto a DJ Sherlock (Steve Nalepa, quien ha colaborado con Bill Laswell y Pharoah Sanders entre otros), exponiendo sus ambientes sonoros e inmersiones tecnológicas. También ha compartido su visión sobre el impacto que ha tenido la ciencia underground en el arte contemporáneo. Y como investigador ha puesto especial énfasis en la comunicación implícita en los campos de energía sutiles, siendo uno de los exponentes de la disciplina llamada “Radionics”.
Se llama “Radionics” a la metodología para la detección y manipulación de los campos de energía sutiles entre los reinos animal, vegetal y mineral. El fin buscado es la curación a través del manejo de estas energías. Los instrumentos “Radionics” consisten en un circuito que crea un patrón, el cual proporciona un sistema estable de valores que faculta al instrumento para actuar con distintos órganos y patrones de enfermedad (está a la venta el Vibra-Tune HVR-9 Experimental Radionic Transceiver).
Se entiende por energía sutil una energía física, como la electromagnética o acústica. Un tipo de energía unificada. En la actualidad hay físicos cuánticos que han descrito matemáticamente la presencia de una energía unificada. Pero aún continúan las investigaciones en este campo difícil de entender.


Estamos envueltos por campos transmisores, en medio de diálogos que no captamos en su totalidad. Pero algo percibimos, y no todo está en lo obviamente sonoro.
Podemos catalogar los tipos de sonido según su incidencia, la forma en que nuestro cerebro reacciona ante esos estímulos.
Sonidos que nos empujan a sintonizarnos con la atención conciente, con la relajación o con el sueño.

Viajamos en alas del sonido. Los que escuchamos y los que no.

Continuemos explorando.

2 comentarios:

Enrique Aguerre dijo...

Felicitaciones y bienvenido a la blogósfera!

abrazo, el brother

Red Cultura San Luis.Com dijo...

Asombroso el mundo inmaterial que no alcanzamos a ver ni escuchar...quizá estamos en el umbral de abrir la siguientes puertas de la percepción...ya lo han dicho los hombres y mujeres de conocimiento...hay una realidad aparte.